Astrid y la cochinilla es un cuento infantil para la hora de dormir lleno de fantasía y valores positivos

Astrid y la cochinilla

Esto pasó de verdad. 100% confirmado. Al fin y al cabo yo nunca te mentiría. ¡Palabra de cuenta cuentos!

Era el año 1975, Astrid tenía ocho años y era la única que no iba en bicicleta al cole. En realidad, a Astrid no le importaba caminar porque nunca había aprendido a andar en bici. Es más, ella sabía que nunca lo haría porque cuando tenía 4 años, el loco de su padre le compró una bici sin ruedines. ¿Qué le pasa a una niña de 4 años que coge y se monta en una bicicleta sin ruedines? Es claro: se cae a la primera y se da tal golpe que decide nunca más montar en bici.

Sin embargo, Astrid notaba las miradas burlonas de los demás niños. Esto la enfadaba, pero no sabía qué hacer para remediarlo. Cuando se lo había contado a su padre, él le dijo las típicas cosas que dicen los padres. «Eso no te debe importar, hija» o «caminar es sano, deberías estar contenta». Tontería tras tontería, lo que enfadaba a Astrid aún más.

Astrid y la cochinilla es un cuento infantil para la hora de dormir lleno de fantasía y valores positivos

Astrid había descubierto que la mejor forma de olvidarse de este y otros problemas era atendiendo su pequeño huerto. Hacía un par de años, la vecina de enfrente le había regalado a Astrid un par de cajones de verduras de madera. Con un poco de tierra y semillas que sacaba de los vegetales que comían, se había montado un mini huerto que le daba lechugas, fresas y albahaca.

Se pasaba horas quitando pequeñas malezas y bichos que llegaban a comerse su cosecha. Se aseguraba de regarlo todos los días y de que le diera el sol, ni mucho ni poco, la cantidad justa. Pero un día se encontró un visitante poco común.

«¿Qué tenemos por aquí?», dijo Astrid con curiosidad. La suave voz de la niña fue lo suficientemente potente como para que la cochinilla se hiciera bolita. «¡No temas! No te haré daño. Sé de sobra que las cochinillas curiosas como tú no comen ni lechuga, ni fresas, ni albahaca», aclaró Astrid con alegría.

Era la primera vez que no se encontraba a un baboso caracol, o una fiesta de hormigas negras. Así que Astrid decidió darle la bienvenida a la cochinilla y permitirle que esta hiciera de su huerto su hogar.

«Bueno, Roly Poly», susurró Astrid, «tengo que hacer los deberes», y dejó allí a la cochinilla para que se pusiera a gusto en su huerto.

Astrid y la cochinilla es un cuento infantil para la hora de dormir lleno de fantasía y valores positivos

Día tras día, mientras Astrid cuidaba de su huerto, conversaba con la cochinilla, que había llamado Roly Poly, y notaba que, poco a poco, su nueva mascotita se volvía más grande y rechoncha. Pero un día, como esos días en lo que uno se da cuenta de que tiene las uñas muy largas, la niña notó que Roly Poly estaba bastante grande, del tamaño de una canica.

– ¡Que grandota te me has puesto, Roly Poly!

– Es que me cuidas tan bien, que solo me dedico a comer y a dormir.

– ¡¿Pero cómo es que hablas?!

Creo que me has enseñado tú. Me has contado tantas cosas y de forma tan amable que casi que no me ha quedado otra opción.

– Que no me lo puedo creer…

Entre asombro y conversación, Astrid y la cochinilla pasaron un fin de semana volviéndose las mejores amigas. Pero la niña notó que Roly Poly crecía cada vez más, como si cada palabra que la cochinilla aprendía multiplicara por diez su crecimiento. Al cabo de una semana, la inusual mascotita ya era del tamaño de una pelota de tenis y a Astrid le preocupaba la reacción de su padre al ver semejante bicharraco.

Cuando Roly Poly alcanzó el tamaño de una sandía, ya no cabía en el huerto, no sin aplastar las lechugas y hacer puré las fresas. Pero este problema dejó de serlo a la mañana siguiente, porque la cochinilla ya era del tamaño de Astrid, y a los dos días, del tamaño de un poni… ¡Aquello era una locura!

Roly Poly entendía el problema que su tamaño le traería a su amiga Astrid, así que por su cuenta decidió mudarse a un bosque de abetos que había al fin de la calle.

Amiga, mi mejor y única amiga, quiero que sepas que me marcho para no causarte problemas. Pero no te preocupes ni entristezcas, te pasaré a buscar para ir al colegio todas las mañanas.

– Lo entiendo Roly Poly y te lo agradezco. Lo último que necesito es una bronca de mi papá. Pero, ¿cómo es eso de que me pasarás a buscar para ir al cole?

– ¿Recuerdas que me habías dicho que se burlaban de ti por no ir en bicicleta?

– Sí, ¿por qué lo dices?

– ¡Ya verás como les quedaran sus caras cuando te vean montando una cochinilla gigante!

Astrid y la cochinilla es un cuento infantil para la hora de dormir lleno de fantasía y valores positivos

Astrid apenas lo podía creer, pero a la mañana siguiente allí estaba Roly Poly lista para llevarla, como si fuera su fiel corcel. Ante la mirada horrorizada de los vecinos y los caretos boquiabiertos de sus compañeros de cole, Astrid cabalgaba a su cochinilla con orgullo y picardía. ¡Qué gustito le daba que ya no pudieran burlarse de ella! Y le encantaba que del miedo nadie se acercara a molestarla.

Tras dejarla en el cole, Roly Poly regresaba a su bosque de abetos para volver el día siguiente y llevar a Astrid al colegio, mientras conversaban, reían y se lo pasaban de maravilla. Por suerte, Roly Poly no siguió creciendo, y desde entonces a Astrid nunca nadie más la molestó ni se atrevió a burlarse de ella.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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