Había una vez un pequeño pueblo llamado «Ragleim» donde todos los niños eran conocidos por tener los pies más limpios y relucientes que se hubieran visto jamás. La razón detrás de este fenómeno mágico era un secreto muy bien guardado que solo los niños de Ragleim conocían.
En lo profundo del bosque que rodeaba el pueblo, había una cascada escondida. Esta no era una cascada ordinaria; era el portal hacia un mundo secreto, un lugar mágico conocido como «Sodot». Sin embargo, para ingresar a Sodot, debías cumplir con una regla fundamental: debías tener los pies impecablemente limpios. Los niños del pueblo sabían que esta regla era muy importante y se esforzaban mucho por mantener sus pies en perfecto estado.
Un niño en particular, llamado Lucas, se destacaba por ser el campeón de la limpieza de pies. Cada noche, antes de irse a la cama, Lucas se aseguraba de que sus pies estuvieran tan limpios como un espejo. Su madre solía decirle que la cascada mágica solo se abriría para los pies más limpios, y Lucas no quería perderse la oportunidad de explorar Sodot.
Un cálido día de verano, mientras los rayos del sol brillaban sobre Ragleim, Lucas decidió aventurarse hacia la cascada mágica. Se puso sus sandalias favoritas, pero antes de salir de su casa, se aseguró de lavar sus pies de la manera más minuciosa posible. Cepilló cada dedo y limpió cada uña hasta que estuvieron relucientes.

Cuando llegó a la cascada, se quitó las sandalias y dio un paso decidido hacia el agua que caía. De repente, algo sorprendente sucedió. El agua dejó de caer y, en su lugar, formó un arco iris brillante. Lucas pasó bajo el arco iris y, de repente, se encontró en Sodot.
Era un lugar mágico y asombroso. Los árboles eran gigantes, con hojas que brillaban como diamantes. Los ríos fluían con agua de colores y los pájaros cantaban melodías encantadoras que llenaban el aire. Pero lo más asombroso de todo eran los seres mágicos que vivían en Sodot: hadas, duendes y gnomos que saludaron a Lucas con sonrisas amigables.
Lucas pasó el día explorando Sodot, jugando con los seres mágicos y descubriendo tesoros escondidos. Cuando llegó la hora de regresar a casa, se despidió con gratitud de sus nuevos amigos y pasó nuevamente bajo el arco iris.
De vuelta en Ragleim, Lucas se dio cuenta de que su visita a Sodot había sido el sueño más increíble de su vida. Se prometió a sí mismo que seguiría manteniendo sus pies impecablemente limpios, no solo para poder visitar ese mundo secreto nuevamente, sino también porque había aprendido que la limpieza y el cuidado personal podían llevarlo a lugares mágicos y sorprendentes.

Así que, cada noche, antes de dormir, Lucas se aseguraba de lavar bien sus pies. Y cada vez que lo hacía, cerraba los ojos y soñaba con Sodot, el mundo secreto al que solo los niños que se lavaban bien los pies podían acceder. Y aunque nadie más en Ragleim sabía sobre la existencia de ese lugar mágico, Lucas llevaba consigo el secreto en su corazón y lo guardaba como el tesoro más preciado de todos.