Kakau: el monito que no comía bananas

Kakau: el monito que no comía bananas

En una isla tropical bañada por las aguas cristalinas del Caribe, crecía una gran selva donde reinaban los monos. Miles de ellos, divididos en familias, cada una con su territorio y costumbres, compartían un gusto peculiar: las bananas eran su único alimento.

Entre la familia de los Monos Saltarines, nació un pequeño llamado Kakau. Al dejar la teta, Kakau, con la curiosidad propia de su edad, probó una banana, pero no le gustó. Su sabor dulce y textura blanda no le convencieron. Los demás monos, al verlo, exclamaron: «¡Un monito que no come bananas! ¡Es un bicho raro!».

Kakau, sin embargo, no se dejó intimidar. Impulsado por un apetito insaciable y un espíritu aventurero, comenzó a explorar la selva en busca de sabores nuevos. Probó limones ácidos y cocos jugosos, pero ninguno le gustó, hasta que un día, bajo la sombra de un árbol frondoso, encontró un mango. Su color naranja intenso lo cautivó. Al morderlo, una explosión de dulzura y frescura inundó su paladar. ¡Era la fruta más deliciosa que había probado jamás!

A pesar de su felicidad, Kakau no podía evitar escuchar los comentarios de los demás monos. «Ese Kakau está loco, comiendo cosas raras», decían algunos. «No es un mono normal», murmuraban otros. De tantos comentarios negativos, la tristeza comenzó a invadirlo.

Un día, buscando consuelo, Kakau acudió a la abuela mona, la líder de su familia, conocida por su sabiduría. Con lágrimas en los ojos, le contó lo que le estaba sucediendo. La abuela mona, con su mirada serena y voz pausada, le dijo: «Kakau, ser diferente no te hace raro, te hace especial. La gracia de la vida está en la diversidad. No tengas miedo de ser tú mismo».

Kakau: el monito que no comía bananas

Las palabras de la abuela mona resonaron en el corazón de Kakau, quien decidió compartir su alegría con los demás. Al día siguiente, organizó una merienda en la rama más alta de un árbol. Invitó a sus amigos y preparó dos grandes hojas de palma: una llena de bananas y otra rebosante de mangos maduros.

Al principio, sus amigos dudaron en probar los mangos. «¿Qué es esta fruta extraña?», preguntaban. Pero Kakau, con entusiasmo contagioso, les describió su sabor y textura al detalle, y de forma irresistible. Uno de sus amigos, llamado Tatín, se animó a probarlo. Sus ojos se iluminaron al instante. «¡Es delicioso!», exclamó. «¡Es mucho mejor que las bananas!», agregó.

Pronto, Tatín, junto a otros amigos, se unieron a Kakau en la degustación del mango. Y tras la merienda de Kakau, la noticia se propagó como fuego en la selva. Unos pocos días después, una multitud de monitos curioseaba alrededor del árbol, ansiosos por probar la fruta que Kakau había descubierto.

Con el tiempo, el mango se consolidó como un alimento popular entre los monos. Incluso los ancianos, quienes se aferraban a las tradiciones, sucumbieron ante la irresistible dulzura del mango. Kakau, el monito que desafió las costumbres al aborrecer las bananas, fue reconocido como un pionero de las frutas. Un héroe que abrió las puertas a la diversidad y enriqueció la dieta de la comunidad, transformando para siempre la vida en la isla.

La historia de Kakau se transmitió de generación en generación, recordándoles a todos que la riqueza de la vida reside en la variedad, en la aceptación de las diferencias y en la valentía de ser uno mismo. Y así, la isla tropical se convirtió en un paraíso de sabores, donde las familias de monos disfrutaban de un banquete multicolor, celebrando la diversidad que Kakau, el monito diferente, les había enseñado a apreciar.

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