Hace muchos años, en una aldea inca en lo profundo de los Andes, vivía un niño llamado Kusi. Kusi era un niño alegre y curioso, con ojos brillantes y cabello oscuro como el carbón. La aldea de Kusi estaba ubicada en las faldas de una montaña, y la vida en la aldea era tranquila y armoniosa.
Un día, cuando el sol aún estaba bajo en el cielo, Kusi tomó su cántaro de barro y una bolsa tejida y se dirigió al lago que se encontraba a un corto paseo de la aldea. Era su tarea diaria recolectar agua para su familia. La aldea dependía de ese lago para sobrevivir, ya que proporcionaba agua fresca y cristalina para beber y regar los campos de cultivo.
Kusi comenzó a caminar por el sendero que lo llevaría al lago, pero mientras descendía por el denso bosque que rodeaba la montaña, se perdió. Los árboles altos y frondosos se cerraban a su alrededor, ocultando el sol y convirtiendo el bosque en un lugar oscuro y misterioso. Kusi intentó regresar, pero todas las sendas parecían iguales, y no podía encontrar el camino de regreso a la aldea.

Asustado y desesperado, Kusi caminó sin rumbo durante horas, buscando una señal que lo guiara de regreso a su hogar. La noche cayó y el frío de la montaña se hizo presente. Kusi, agotado y temblando de frío, se sentó al pie de un gran árbol y comenzó a llorar. No sabía qué hacer ni cómo volver a casa.
Fue entonces cuando escuchó un susurro suave y misterioso en el viento. Al principio, pensó que era su imaginación, pero luego lo escuchó de nuevo. Se puso de pie y siguió el susurro, que lo llevó más adentro del bosque, hacia una pequeña pradera iluminada por una luna brillante.
En la pradera, Kusi encontró tres figuras luminosas y etéreas. Eran espíritus del bosque, guardianes de la naturaleza que habían observado a Kusi durante su búsqueda. Los espíritus tenían la forma de seres humanos, pero sus cuerpos estaban hechos de luz y sombra.
El espíritu más grande, que emanaba una suave luz verde, se acercó a Kusi y le habló con ternura. «No temas, pequeño humano. Hemos estado observando tu viaje y hemos decidido ayudarte». Kusi miró a los espíritus con asombro y gratitud. «Estoy perdido», dijo con voz temblorosa. «Necesito volver a mi aldea».
Los tres espíritus asintieron con comprensión y comenzaron a enseñar a Kusi cómo sobrevivir en el bosque. Le mostraron cómo encontrar frutas y raíces comestibles, cómo construir un refugio temporal con ramas y hojas, y cómo encender una pequeña hoguera para mantenerse caliente por la noche. Kusi aprendió rápido y estaba agradecido por la ayuda de los espíritus.

Los días se convirtieron en semanas, y Kusi vivió en el bosque con los espíritus. Aprendió a amar y respetar la naturaleza que lo rodeaba. Los espíritus le enseñaron a escuchar el susurro del viento, a entender el lenguaje de los animales y a apreciar la belleza de la tierra y el agua.
Un día, cuando Kusi estaba listo para regresar a su aldea, los espíritus le dieron un regalo especial. Le dieron un collar de piedras brillantes que resplandecían con los colores del bosque: verde, azul y dorado. «Este collar te recordará lo que has aprendido aquí», le dijo el espíritu más grande.
Kusi agradeció a los espíritus con lágrimas en los ojos y comenzó su viaje de regreso a casa. Siguiendo las lecciones de los espíritus, navegó por el bosque sin problemas y encontró el camino de regreso a su amada aldea inca.

Cuando Kusi regresó, su familia y su aldea lo recibieron con alegría y alivio. Contó la historia de su aventura en el bosque y cómo había sido ayudado por los espíritus del bosque. La aldea se sintió agradecida por los conocimientos que Kusi había adquirido y respetó aún más la naturaleza que los rodeaba.
A medida que Kusi creció, se convirtió en un líder sabio y compasivo en su aldea. Siempre cuidó de la naturaleza y enseñó a los demás a hacerlo también. Utilizó su conocimiento para ayudar a su aldea a prosperar y crecer, y el collar que le habían dado los espíritus siempre lo recordaba de dónde venía y lo que había aprendido.
Los espíritus del bosque siguieron observando a Kusi a lo largo de su vida, y siempre estuvieron ahí para guiarlo en momentos de necesidad. Kusi vivió una vida larga y plena, dejando un legado de respeto por la naturaleza y amor por su aldea.

Y así, la historia de Kusi, el niño que se perdió en el bosque y fue adoptado por los espíritus del bosque, se convirtió en una leyenda en su aldea, una historia que se contaba a los niños antes de dormir, recordándoles la importancia de cuidar y respetar la naturaleza que los rodeaba. Y cuando las noches eran tranquilas y la luna brillaba en el cielo, se decía que los espíritus del bosque susurraban palabras de amor y protección en los sueños de los habitantes de la aldea inca.