Lotte y el Wisse

Lotte y el Wisse

Lotte vivía en una antigua casa adosada en la parte medieval de Ámsterdam, junto al canal Singel, el más antiguo de la ciudad. Su casa era estrecha y tenía tres plantas. Pero a pesar de parecer un edificio alto, Lotte a veces sentía que estaba dentro de un sándwich de paredes.

A veces, Lotte escuchaba al bebé de los Boer llorar por las madrugadas. A pesar de que se enfadaba por despertarse, mientras intentaba conciliar nuevamente el sueño, pensaba en inventos y máquinas extravagantes que usaría para darle el biberón automáticamente al pobre bebé.

Algunas tardes, cuando los De Wit aún no habían regresado de trabajar, su perrito, una bolita de pelos con más rabia que estatura, ladraba tan alto que Lotte no podía concentrarse en sus tareas para el colegio. Se imaginaba construyendo un casco especial que bloqueara solamente los ladridos de perro y otros ruidos molestos. Una tarde, llegó a ponerse el casco de la bicicleta de su padre al cual le pegó con cinta de carrocero unos auriculares que estaban junto al tocadiscos del salón. Pero ese invento no funcionó. Además, el cartero pasó por la calle y la vio por la ventana y echó a reír. A Lotte le dio mucha vergüenza.

Un domingo de esos que todos en casa se quedaban en pijama y pantuflas, en las noticias hablaron de un problema grave con el canal Singel.

«La falta de lluvias de los últimos 13 meses ha causado el inevitable descenso de los niveles de agua en todos los canales de Ámsterdam, en especial el Singel por ser el más antiguo…»

Lotte paró la oreja y escuchó detenidamente. Le preocupaba todo aquello y, como era de esperarse, de inmediato se puso a imaginar ingeniosos inventos para poder solucionar el problema…

«Deberías abrir el grifo de la bañera, tapar el desagüe, y llenarla hasta que se desborde para que toda el agua fluya hasta el canal. Así se volverá a llenar y asunto cerrado.»

Lotte y el Wisse

Lotte puso los ojos como dos huevos duros. No podía creer lo que veía. Un Wisse hablando con ella, parado en la mesa, dándole consejos.

—¡Mamáaaaaaaa! ¡Un… Wisse… Sobre la mesa! —gritó.

—¡Salúdalo y pídele que te ayude a encontrar mis aretes rojos! —respondió su madre de forma burlona mientras tomaba su infusión de jengibre junto a la televisión.

El Wisse le explicó que solo Lotte podía verlo. Al fin y al cabo, así lo había querido él. Como buen duendecillo de las casas antiguas que era, tenía ese tipo de poderes. Lotte le preguntó por qué estaba allí y por qué le había sugerido una idea tan descabellada. Pero el Wisse simplemente le dijo que debía confiar en él y que nunca le pediría que hiciera algo que dañara la casa.

Lotte lo pensó por un momento. Y sí, era verdad que los Wisse son duendecillos que, si bien pueden ser traviesos, suelen ser amables y educados si se les trata con respeto.

—Mis más sinceras disculpas, señor Wisse. No fue mi intención desconfiar de usted. Por favor, cuénteme más sobre su plan.

El Wisse le explicó a Lotte que la mejor forma de rellenar el canal era con el agua de la bañera y que, una vez llena, debía seguir hasta que escurriera por las escaleras, saliera por la puerta, cruzara la calle y acabara en el canal.

Lotte era pequeña y todo esto le daba mala espina. Pero decidió confiar en el Wisse y llevar a cabo el plan por la noche, esa misma noche. El Wisse se despidió y le dijo a Lotte que la esperaba junto a la bañera a las 23:00 en punto.

Esa noche, Lotte cenó más apresurada de lo normal, se cepilló los dientes y se fue a dormir temprano. No sin poner un despertador para las 22:50 que colocó bajo su almohada. Cuando la campanilla vibró bajo su cabeza, Lotte abrió los ojos y miró la hora. Era el momento de poner el plan en marcha.

Caminó por el pasillo desde su habitación hasta el baño y allí vio parado al Wisse dentro de la bañera. Sin decirse una palabra, ambos se saludaron en silencio y Lotte abrió el grifo de la bañera mientras que el Wisse puso el tapón y de un salto acabó sobre el váter.

—Vuelve a dormir, Lotte. Yo me encargo de cerrar el grifo cuando haya sido suficiente.

Lotte regresó a su cama y cerró los ojos, esperando que el plan diera resultado y que por la mañana el canal estuviera de regreso a sus niveles de agua normales.

A la mañana siguiente, Lotte se despertó y bajó corriendo las escaleras a pesar de que sus padres siempre le decían que bajara con cuidado. Al llegar a la cocina, encendió la televisión y puso el canal de noticias. Sus padres se miraron entre sí y le preguntaron por qué tanto interés en las noticias tan de repente. Lotte ni siquiera los escuchó, de tan atenta que estaba.

«En un giro dramático, el canal Singel regresa misteriosamente a sus niveles y caudal normales. Un hecho desconcertante para la comunidad científica que los ciudadanos de Ámsterdam festejan y reciben con alegría.»

Lotte no podía evitar sonreír de oreja a oreja mientras daba pequeños saltitos de alegría. Los papás de Lotte, aunque asombrados, simplemente estaban contentos de verla feliz por las noticias. Aunque Lotte nunca le contó a nadie sobre su encuentro con el Wisse y cómo salvaron juntos el antiguo canal, sí tuvo que explicarles a sus padres a fin de mes cuando llegó la factura del agua.

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